EL TÍMPANO DEL JUICIO FINAL

 

 

En el portón occidental de la abacial, una profunda arquivolta con un círculo de medio punto acoge el tímpano del juicio final, una de las obras fundamentales de la escultura románica de la primera mitad del siglo XII.

Fue probablemente construido durante del abadiado de Bonifacio, responsable del monasterio desde el 1107 al 1125, por un escultor que había ya sin duda trabajado en la catedral de Santiago de Compostela.

De 6,70 metros de ancho y 3,60 metros de altura, contiene en su interior ciento veinticuatro personajes en un buen estado de conservación.

EL JUICIO FINAL

Para el visitante que llega por la explanada, el tímpano, a 3,50 metros del suelo queda asombrosamente legible a pesar de la fusión de los personajes y la diversidad de las representaciones. Todo, en efecto, se organiza alrededor de la figura central de Cristo hacia la cual la vista es irresistiblemente atraída. A su izquierda, «el infierno es como la imagen negativa del paraíso (a su derecha), un anti-cielo. Todo en orden, claridad, paz, contemplación y amor; en el otro, violencia, la agitación convulsiva, el espanto» (Marcel Durliat).

Composición general

La composición general es de una gran simplicidad: el amplio semicírculo del tímpano está dividido en tres niveles superpuestos separados por bandas reservadas a inscripciones grabadas. Para amueblar esos registros, el artista los dividió en una serie de compartimientos los paneles de calcáreo amarillo – una veintena – que él había realizado las esculturas en el suelo antes de ensamblarlos, como en un rompecabezas gigante. Esta composición, fácil de discernir, fue realizada hábilmente y de tal manera que no hay espacios entre los personajes o entre las representaciones.

Pesado de las almas

Abajo la figura de Cristo, podemos observar la escena del pesado de las almas, oponiendo al arcángel San Miguel se encuentra un demonio con aire burlón, los dos desafiándose mutuamente con la mirada y situados cada uno en un lado de la balanza. A pesar de la trampa que hace el demonio empujando la balanza con su dedo índice, la pesa se inclina a favor de las buenas acciones. A la izquierda la resurrección de los cuerpos, se observa en la piedra como si fuera en una pantalla una secuencia filmada: con la ayuda de los ángeles que vinieron a levantar las tapas, los muertos se levantan uno detrás de otro, fuera de sus sarcófagos.

Evangelio de San Mateo

La principal fuente de inspiración del Juicio final fue el Evangelio de San Mateo. El artista quiso fijar en la piedra el instante dramático donde Cristo pronunciara las palabras grabadas en las pequeñas banderolas que dos ángeles desenrollan a ambos lados de su cabeza: «Entonces dirá a los que estaban a su derecha: ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes. Luego dirá a los que estaban a su izquierda: apártense de mí, malditos, al fuego preparado por el diablo... Y se irán esos al castigo eterno y los justos a la vida eterna.»

Leer + Leer -

EL CRISTO JUEZ Y SUS ÁNGELES

El Cristo Juez

Por sus dos gestos contrastados (brazo derecho levantado para acoger a los elegidos y el brazo izquierdo abajo para designar el infierno a los condenados), el Cristo parece dirigir un espectáculo grandioso que se realiza ya desde hace nueve siglos sobre la explanada de la abacial. El Cristo está sentado en un trono con una gloria en forma de almendra cubierta de estrellas, entre nubes representadas en cinco capas de pequeños festones.

El rostro alargado, expresando toda la magnitud del Soberano-Juez, se ve aún más bello visto de perfil. Su ropa- túnica y su manto – abierto por los lados para dejar ver la herida de la lanza, sin duda pintada al origen.

Los ángeles

El Cristo aparece «rodeado por todos sus ángeles». A su derecha, uno esparce un incensario finamente cincelado, el otro sostiene el Libro de la Vida, bien abierto. Dos ángeles-caballeros, armados con espada y lanza han recibido la misión de detener la multitud bulliciosa de demonios y de condenados en las fronteras del infierno.

A los pies del Cristo, emergiendo de una nube, dos ángeles llevan, pues se dice que el día del Juicio final: «La luna se oscurecerá, el cielo no brillará más». Sin duda, de todas las criaturas celestes, las más bellas son los tocadores de cuerno que rellenan los dos espacios de la parte superior.

En fin, la inmensa cruz por encima del Cristo, cargada por ángeles que llevan al mismo tiempo uno el clavo, el otro el hierro la lanza, amplifican la evocación de la Pasión.

Leer + Leer -

EL PARAÍSO

El grupo de los elegidos

El grupo de los elegidos se dirige hacia la derecha del Cristo, dirigidos por la Virgen, seguida por San Pedro llevando la llave del paraíso. Detrás de ellos, los demás personajes están desprovistos de nimbo.

No se trata sólo de santos, en efecto, ya que el «maestro del tímpano» tuvo la audacia de insertar en esta procesión triunfal las figuras destacadas de la historia de monasterio de Conques: el eremita Dadon, el fundador de la abadía y abad al mismo tiempo, el báculo en la mano (Begon sin duda) llevando de la otra al emperador Carlomagno, benefactor legendario del monasterio.

Pero él tenía además mucho por hacerse perdonar y los dos monjes que lo seguían, uno llevando un díptico, el otro un relicario colocado sobre una tela, presentan, de alguna manera, las pruebas de la generosidad imperial del Tesoro de Santa Fe.

Santa Fe

Sobre el triángulo simétrico a la izquierda, pequeñas arcadas evocan la iglesia de Conques como tal, con suspensiones en las bóvedas, los obstáculos que los prisioneros entregados a la protección de Santa Fe ofrecían en ex-voto según la costumbre. A la derecha, Santa Fe esta prosternado delante de la mano de Dios, intercediendo a favor de los difuntos.

La Jerusalén celeste

En el centro de la Jerusalén selecta con sus torres almenadas, sus columnas y sus arcadas, está sentado Abraham llevando en sus brazos dos niños. Está rodeado de personajes agrupados por par debajo de cada arcada: las vírgenes sabias y sus lámparas, los martirios y sus palmas, los profetas y el rollo de pergamino, al final los apóstoles y el libro.

El alineamiento monótono de sus elegidos traduce el orden y la serenidad que reinan en el paraíso. En su puerta, un ángel recibe los elegidos.

Del otro lado de una pared, un demonio hirsuto, armado con un garrote, es el encargado de llevar a los condenados hasta la boca monstruosa del infierno.

Leer + Leer -

LOS SUPLICIOS DEL INFIERNO

  • En la paz celeste, el escultor supo oponerse violentamente al caos y a la confusión del infierno. Satán, el pendiente de Abraham, en el centro del dintel de la derecha, preside en los suplicios alucinantes del infierno.

  • Satán tiene los pies puestos sobre el vientre de un condenado acostado en las llamas: el perezoso, diríamos. A su lado, todo un grupo horrible de demonios se ocupa de castigar a los autores de los pecados capitales, con placer vidente

  • Un demonio arranca la lengua de un pequeño personaje sentado que personifica la Calumnia o la Maledicencia.

  • Un diablo con joroba se apodera del arpa de un condenado al cual el arranca la lengua con un gancho. Este infeliz músico y cantante, representa probablemente el histrión, el entretenedor público, símbolo de la vanidad de los placeres de este mundo.

  • Encima de las llamas, un hombre es asado en una púa por dos demonios, uno con cabeza de liebre. ¿Habría que interpretarlo como el suplicio del cazador furtivo? ¿O pensar simplemente que, en el infierno, ese mundo al revés, el cazador se ha convertido en la presa de su caza?

UN TÍMPANO DIDÁCTICO Y POLICROMO

En el infierno, todo está hecho para inspirar el miedo a los que no sabían leer – ellos eran la mayoría de la población de la época- el apóstrofe grabado en la base del dintel:

O PECCATORES TRANSMUTETIS NISI MORES

JUDICIUM DURUM VOBIS SCITOTE FUTURUM

«Pecadores, si no reforman sus leyes, sepan que recibirán un castigo terrible».

Como para golpear mejor a los espíritus, vivos colores de los cuales quedan todavía muchos restos venían a realzar las esculturas, con un dominante azul para el paraíso y rojo para el infierno.

El tímpano está dirigido a todos. Imaginamos a los peregrinos en la explanada tratando de descifrar una a una las escenas. En efecto, para muchos, el arte de las iglesias representaba las únicas imágenes que tenían la posibilidad de contemplar y el tímpano de Conques se dirigía más directamente al sentimiento popular.

 

El tímpano de Conques en 3D